Un chico se va a la universidad en los Estados Unidos, pero más o menos a la mitad del semestre se le acaba el dinero. Se le ocurre llamar a su padre.
-- Papi, no vas a creer las maravillas de la educación aquí en la Universidad de Iowa: tienen un programa para enseñar a hablar a los perros.
-- ¿Y cómo puedo hacer para que acepten a Tribilín, el perro de la casa?
-- Solo envíamelo con mil dólares y yo lo inscribo.
Así es que el confiado padre envía al perro con los $1,000.
Más o menos a los 2/3 del semestre el muchacho se gasta todo de nuevo y decide volver a llamar a su padre.
-- Bueno, ¿y cómo le va a Tribilín? -- le pregunta su padre.
-- Increíble, papi. Ya habla hasta por los codos, pero ahora resulta que hay otro curso más avanzado para enseñarlos a leer.
-- ¡No joda!..... ¿Y cómo hago para que Tribilin entre a ese curso?
-- Sólo envíame $2,500 y yo lo inscribo.
Así es que el ingenuo padre le envía el dinero. Al final del curso el chico se da cuenta que el perro no sabe ni hablar, ni leer, ni un carajo, así es que le mete un tiro a perro.
Cuando llega a su casa al final del semestre el padre está
esperándolo con júbilo.
-- ¿Dónde está Tribilin? Estoy deseoso de escucharlo hablar y leer. Ya tengo separada una revista de animales para que me la lea.
-- Papá, no me lo vas a creer. Ya lo tenía todo preparado para el viaje cuando lo veo acostado en el sofá leyendo el New York Times, como todas las mañanas, cuando de pronto me pregunta: 'Bueno, y tu viejo se sigue comiendo a la pelirroja ésa que vive enfrente de la casa?
-- Espero que le hayas metido un tiro a ese hijo de puta perro antes de que hable con tu mamá.
-- Claro, papi ¡Eso fue exactamente lo que hice!
- Así se hace, hijo mío.
El chico por fin se graduó y se convirtió en un político exitoso.